Hay atardeceres plasmados de añoranzas, de una ñiñes pasada llena de cuentos de hadas y princesas, que saben a cantos de niños, que sobre las rodillas de su padre entonaban a la vida. Hay atrdeceres rosados de esos, que cuando el sol se pone sobre el horizonte, tiñe de rosa la tierra que ya cansada de tanto agetreo comienza a dormir. Hay atardeceres ruidosos de invierno que entre lluvías truenos y relampagos, esperan en triste silencio, la llegada de la primavera. Hay atardeceres que huelen a humo de fogon a sueños a canciones, que saben a hogar, pero hay atardeceres tan llenos de soledad, que solo una lágrima nos hace darnos cuenta que aun existimos.
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