Están extendidas,
todas blancas
a la orilla del camino,
cada una es un gemido
una pena una lágrima
en mi garganta.
Cada una nos recuerda
como una puñalada
que allá arriba en la montaña
45 vidas se apagaban,
44 sueños de niños
que recién comenzaban
y un sargento que fue héroe
eso el no lo esperaba.
Son la marca de la muerte
que allá arriba esperaba,
con un abrazo gélido
a los héroes que marchaban,
uno a uno fueron cayendo,
uno a uno sobre la nieve.
No hubo tiempo para un lamento,
el dolor se congelo,
también se congelo el tiempo.
Ahora están ellas
como únicos vestigios
de aquellas vidas que partieron
un día gris de mayo.
En la montaña de las cruces
regamos nuestras lágrimas,
por cada uno de los hijos,
de estas madres que los extrañan.
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